26 noviembre 2013

El externo o de cómo se aprovechan de tu esfuerzo sin darte las gracias.

Hay una frase de don Hilarión que dice: "Hoy las ciencias avanzan que es una barbaridad". Cierto era en su momento y, mucho más lo es ahora. La ciencia y la vida. Y, avanzando al mismo ritmo pero un paso por detrás, va el lenguaje. Lo cal es lógico. No puedes ponerle nombre a algo que no ha sucedido de la misma manera que se puede añadir un nuevo significado a palabras ya existentes. Por ejemplo, en los últimos años, dentro del tan denostado mercado laboral, se empezó a acuñar el término externo para referirse al recurso que usaba una empresa pero que no era de su propiedad. Recurso que, podía ser una máquina, herramientas, aplicación o personas. Estas personas eran las que hace años tenían los contratos temporales, que luego pasaron a ser carne de ETT's y, ahora copan las empresas de servicios. Las empresas buscan en ellos gente que sepa hacer un trabajo concreto y que, con un mínimo período de adaptación, se pongan a producir algo que la empresa sólo va a dirigir. Yo he sido externo en varias empresas. Los primeros contratos (todos del siglo pasado) eran del estilo ve a buscar este ordenador, lo traes aquí, le instalas este programa y lo llevas a este otro sitio. Sin hablar con nadie porque te pagan por hacer el trabajo rápido porque así, tu empresa, recibe algún tipo de gratificación de la que a tí, como mucho, llegará sólo el agradecimiento verbal cuando firmes el finiquito. Igual, como mucho, te puedes ganar que te llamen para otra cosa. Pero la mejor manera de ver como se trata a un externo es si tienes la suerte de estar un tiempo largo. En la primera empresa en la que estuve como externo más de un año, te trataban como si fueras de la casa. Salvo lo del aparcamiento, nunca se hizo ninguna discriminación. Hasta te daban cesta de Navidad igual que a los internos. Se entendía que el externo era uno más de la compañía porque lo que hacía era para el bien del grupo. Pero claro, no en todas partes cuecen habas. Si uno está en un sitio que le tratan de 10, puede ir a otro donde el tema es totalmente distinto o a la inversa. El externo se siente como un extraño. La gente lo mira con desdén y lo trata, a veces, como con desprecio. Diferente horario al de los internos. Uso restringido del comedor. Si pagas con cheques, te acusan de causar colas si el montante del cheque no llega a lo que te has gastado y tienes que dar dinero pero, si te pasas, no te dan las vueltas. El servicio es lo importante. El trabajo es lo importante. Pero quien lo de o lo haga. Eso es lo de menos.
El externo es una persona que siente y padece. Que sabe que, se lo digan o no, está un peldaño por debajo de la gente de la empresa en la que presta sus servicios pero, mientras hay personas que se empeñan en que ese peldaño sea lo más pequeño posible, hay otros que se encargan de todo lo contrario. Tal y como está pensado el mercado laboral ahora, el externo es necesario. Para alguno, es un bien. Pero mientras para otros sea un mal, mal nos irá.
Un abrazo a todos los externos del mundo.
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