22 diciembre 2017

La incultura del culto. La cultura del inculto.

Borriquito como tú, tururú.
Que no sabes ni la u, tururú.
Borriquito como tú, tururú.
Yo sé más que tú.
Los españoles somos muy dados a hablar por hablar. Es decir, hablar sin decir. Porque para mí, por ejemplo, no es lo mismo hablar que decir. De hecho, se pueden decir cosas sin hablar. Pero eso es otro tema. Hablar por hablar no es algo malo. Sin ello no habría mito del "cuñao". Nunca se hablaría de nada en la cena o, sobre todo, tras ella en casa. Sin ello, los bares serían cemeterios. Sólo se oiría a la gente pedir. Los clientes, la bebida, la comida y la cuenta. Los camareros, lo que se va a beber, a comer, a pagar y lo que le tiene que servir el cocinero. Hay que hablar del tiempo, de fútbol, de lo bueno que es uno trabajando y lo ignorado que es por el jefe y, sobre todo, de política. Todos los políticos son malos y todos haríamos mejores políticas que ellos. Aquí hago uno de mis típicos incisos para comentar que, igual que hablar y decir, político y política no es lo mismo. Político puede ser el hombre que ejerce la política o un comportamiento mientras que política puede ser la mujer que ejerce la política o una forma de comportamiento. Pero, básicamente, a lo que me refiero es que no es lo mismo ser político (en neutro) que hacer política. Y de política voy a hablar. De política y políticos.
Yo soy lo suficientemente inteligente para saber lo que sé y lo que no. También sé que tengo derecho a ello. También se que tengo el derecho de compartirlo. Lo malo a lo que me refería antes se refiere a esa gente que cree que sabe de todo. En cierto modo porque nadie le ha dicho que no. Si le oyen, se limitan a eso. Nadie le corrige. Igual se ríen. O se quedan embobados. Eso hace que se vengan arriba. Es el redicho. Recuerdo una fábula que tenía en el libro de lectura que tenía en el colegio en la que se contaba la historia de alguien que hablaba de todo como si supiera porque la gente le oía. Escuchaba palabras nuevas y las metía en una conversación sin venir a cuento hasta que un día vinieron a montar un abrevadero para el ganado. Esa gente se reía de su forma de hablar pero cuando llegó la hora de ver a qué altura habría que ponerlo, él se agachó y dijo que, a la misma que podía beber, podría hacerlo un burro. La moraleja es que un redicho se termina comparando, sin darse cuenta, con un burro.
Ésto demuestra que no todo el mundo sabe de lo que habla y habla de lo que sabe. Pero tiene público. Y eso es lo que le vale. Dice algo y la gente le escucha y le cree. Hoy, 27/12, la CUP colgaba en Twitter un mensaje en el que decía que dos concejales suyos de Reus iban a ser detenidos por lo del 10. Pero nadie se para a pensar si es cierto o no. Como eso hay mucho. No hay más que ver las campañas electorales dónde entre medidas propuestas, se cuelan titulares de los que la gente hablará más que de lo importante. Y pasa en todos los partidos.
Cultura es algo más que saber de pintura, escultura, literatura, ... Cultura es saber. Tener conocimiento de algo y saber expresarlo. Siempre he dicho que es cierto que el saber no ocupa lugar. Bueno, salvo en el salón de casa. Nunca está de más no dejar de aprender. Pero cada uno debe saber lo que quiere aprender. Eso sí, hay muchos que piensan, luego existen, que es más fácil que existan los demás porque cree que piensan, no sólo más sino, mejor. Todos sabemos algo. Todos tenemos un cuñao que cree que lo sabe todo. Todos somos cultos. Todos los demás son incultos.
Pero es ley de vida. Un ley, no escrita, pero que muy española.
Así que sé, me lo dice mi culto opinar, que llega la hora de acabar. Yo no soy culto. Sólo sé cosas.

14 diciembre 2017

Otro porqué. Otro por dónde.

El título del artículo tendrá sentido si publico antes de el Azote Deportivo (http://azotedeportivo.blogspot.com). Y que alguien lo lea, claro. El hecho de entrar a la 11:00 hace que pueda ver el principio de Espejo Público donde la presentadora, Susanna Griso, durante la primera media hora, se toma un café que alguien a quien entrevista.
Dicho hecho, voy a hacer un inciso. Hacer un programa político no es difícil. Y menos para una persona que se cataloga de centro como yo, ya que tiene mucho donde mirar. Mucho y bueno aunque también mucho y malo. Así, unas cosas se cogen, las cojo, mientras que otras las critico en vez de dejarlas. Pienso que es lo más completo. El caso es que, para las segundas elecciones, completé un programa que había comenzado para las primeras. Y ahí fue donde vi que era fácil. Por supuesto que no era completo porque sólo cogí ciertas ramas o ciertos asuntos de la sociedad. Los que más preocupan al ciudadano de a pie. En aquel momento, una de esas ramas, uno de esos asuntos, que más me preocupaba era, al estar en paro, el trabajo. Todo lo relacionado con el tema laboral. Bueno, hay que decir que este tema siempre me ha preocupado porque siempre he tenido conocidos que estaban sin trabajo. En aquel programa, que puede servir para cualquier referéndum, comentaba las ideas que pondría en marcha para activar el empleo lo que, con un efecto positivo (no iba a poner ideas negativas  para mi país) a corto y medio plazo, activaría, a su vez, la economía para activar el empleo. Poner la rueda a girar, vamos.
Bien. Éste era el inciso. Largo, no lo voy a negar. Pero inciso al fin. Y venía porque lo que me había hecho escribir el artículo, era la entrevista que le hicieron al presidente de CEPYME y vicepresidente de la CEOE. La cosa iba por dos temas. El primero era acerca de la preparación de los jóvenes. Preparación en relación a la FP. Cuando estudiaba, se tenía la idea que la FP era para la gente que no quería estudiar. Se diferenciaba (y ahora no sé el por qué) profesión y oficio. Lo segundo salía de la Universidad. Era el tío inteligente que tomaba las decisiones para que el de la FP ejecutara su trabajo. Después uno se da cuenta de que sin un electricista, un fontanero o un mecánico, un médico o un ingeniero no puede hacer su trabajo. Uno se da cuenta de ello cuando se descubre que los planos que estudia un arquitecto no los hace él sino que venían dibujados por la mano (en aquel momento no había ordenadores para los estudios) de un delineante , que había salido de FP. Todo debe ser atractivo para que no haya tanto crío ni-ni. Porque me gustaría saber el porqué de la razón que tiene el que un niño sepa programar (así lo decía un tipo que era bueno que supiera que, cambiando una línea de código, su juguete podía hacer cosas que el quisiera) cuando no sabe casi ni leer ni escribir de corrido cuando hay cosas que hay que hacer con las manos.
Otra de las cosas de las que hablaba tenía que ver con ésto. La alta tasa de paro juvenil. Vamos a ver. ¿Cómo es posible que un chaval de 25 años, recién salido de la Universidad, pueda tener experiencia y titulación extra para acceder a un trabajo? ¿Cómo es posible que salgan ofertas de trabajo, preferiblemente para gente entre 25-35 años sabiendo que no se van a cubrir? Eso sí, hay veces que no se cubren por superar las expectativas. Por eso yo abogaba por prácticas, remuneradas, y que contaran como experiencia. Otra tasa elevada de paro era la femenina. Por desgracia, dos candidatos para un puesto, igualmente preparados, no son mirados igual si cada uno es de un sexo. Hay trabajos, otra desgracia, que tradicionalmente han sido de hombres, los más, y otros de mujeres, los menos. ¿Porqué? A pesar de que es bueno mantener las tradiciones, hay algunas que hay que cambiar. Más o menos radicalmente. Pero cambiar.
Pero claro, habrá gente que pregunte de dónde se van a sacar empleo para todos. Muy sencillo. Como dije antes, sabiendo cuántos empleos hay que cubrir. Y con qué condiciones. Tipo de trabajo, horario, sueldo .... Y, sobre todo, que quede claro la razón por la cual tiene que ser cubierta esa plaza por alguien de un sexo concreto o quedar excluida gente de una franja de edad determinada.
Otra cosa son las bajas. Trataba de bajas de larga duración como por maternidad o enfermedad. Todo regulado.
Hay que potenciar, no sólo la creación, sino también el hacer atractivo el trabajo. Pero no el puesto, no. Hacer atractivo el trabajar. No hay trabajos malos sino malos trabajadores. Al trabajador se le paga, porque es su derecho, porque tiene el deber de cumplir su trabajo. Igual no hace falta que haga más, pero nunca menos. Pero otra cosa es evitar la excesiva especialización. Uno puede ser el mejor abridor de puertas, pero perderá su puesto cuando haya que dejar de abrirlas. ¿Acaso no puede sujetarlas y cerrarlas? Una forma de acabar con la temporalidad. Y con la mala calidad del trabajo. Al menos eso pienso. Saber hacer más cosas es bueno. Pero no hacerlas por hacer un favor sino porque te han contratado por ello. Y por ello te pagan. Se puede ser especialista pero de varias cosas. El despido, la búsqueda y contratación cuesta dinero. Si no hay que hacerlo porque la persona contratada puede estar más tiempo, hace que la empresa ahorre dinero pudiendo pagar más.
Que son sólo ideas es algo que sé. Pero qué todo surge de un idea, también lo sé. De hecho, ahí están los "padres de la patria catalana" en la cárcel. Aunque ellos sostienen que es por tener la idea y no por desarrollarla. Algo así es el mercado laboral español. Como el sistema educativo. Cada vez que el gobierno cambia de color, todo lo anterior al traste y a empezar de nuevo. Es bueno tener ideas. Luego serán buenas o malas según se desarrollen, pero es bueno. Y no todos los desarrollos son malos. Hay muchas cosas en este país, trabajo, sanidad, educación, ... sobre los que se pueden construir en vez de empezar por pensar dónde y cómo hacer los cimientos. Nadie aprovecha la estructura que hay para mejorarla. Con un poco de interés se volvería a bajar del 10% de paro (mucho aunque el pleno empleo es complicado), mejoraría la calidad del trabajo y las retribuciones.
Tener ideas es fácil. Lo complicado es que te las escuchen, que si valen no te las roben pero, sobre todo, ponerlas en marcha.
Por cierto, no he acabado el artículo al que me refiero al principio de éste pero, a pesar de todo, no cambiaré ni el título ni el primer párrafo. Así surge una obligación por mi parte para acabarlo y pica el gusanillo para leerlo.

01 diciembre 2017

Etiquetas jastajeadas. Jastas etiquetadas.

En este mundo tan global, tan tecnológico, tan on-line y, a veces, tan impersonal, hemos sustituido las conversaciones cara a cara por las de whatsapp y el contar algo por poner algo en Facebook, Instagram y redes sociales por el estilo. Por supuesto, en este país, y mientras tengamos la suerte de que Engañemos y sus marcas blancas (gracias a Dios el supermercado, ya que es lo que parece, no lo hará nunca), hay democracia que permite que haya libertad de expresión. Pero, a diferencia de lo que creen muchos, la libertad no es indefinida. Hay límites.
Por eso, por la libertad de expresión, alguien puede publicar una foto de Paco Rabal, caracterizado como salía en Los Santos Inocentes, a la que acompañaba un texto en que comparaban al personaje con el obrero (término muy de izquierda como la gente que lo publica) que vota al PP. Es decir, retrasado. Inculto. Paleto. Bien, están en su derecho. Pero tienen un problema. Y gordo según creo yo. Porque las etiquetas suelen referirse a tópicos. Más o menos ciertos. Pero tópicos. En parte porque muchas (o algunas, o pocas, o las que seriesen) vienen del refranero español que, ahí sí que en mayoría, viene de tópicos y supersticiones rurales. El refranero popular. El refranero es sabio. El refranero es tópico.
Pero a lo que vamos. ¿Que nos gusta colgar etiquetas? Pues si. ¿Que a veces no nos gustan las etiquetas que vemos colgadas? No hay que mirar más que los precios. ¿Que no gusta menos que nos las cuelguen? Bueeeeeeenoooooo. Según qué. Según quién. Según por qué. Porque una etiqueta que colgamos (que cuelgo e incluso me cuelgo) es la de protestones. Siempre he dicho que protestar es gratis. Otra etiqueta. Y que, mientras lo sea, lo seguiremos haciendo. Con razón o sin ella. Con argumentos o no. Pero siempre habrá alguien que lleve las etiquetas de oyente, creyente o, como me pasa a mí, "rebatidor". Pero siempre que me interese o tengo con qué y porqué. Porque hay gente que lo hace por hacer. Para hacerse notar. Como la que llama imbéciles a los trabajadores (etiqueta que pongo a todo el mundo que trabaja, incluidos los presidentes de las grandes empresas) de un nivel más bajo, por así decirlo, votan al partido al que ellos han etiqueta como de los ricos. ¿Porqué? Porque alguien etiquetó a la derecha como el de los ricos. ¿Porqué? Pues porque a alguien le dió por ahí. ¿Porqué? Porque eran etiquetadores, etiquetistas o etiquetenses.
Lo fácil de las etiquetas es que la gente se queda muy rápido con ellas, sean reales o no. De esa manera, se dirigen a algo o a alguien como "... sí, el nosequé ..." o "... sí, hombre. El Tal ..." Y se quedan así para siempre. Desconozco como le sienta a la gente las etiquetas. En mis tiempos de jugador, yo era "el capitán", "el entrenador" o, debido a ello y por ser de Estudiantes, "Pepu". Y así sigo y seguiré. Pero hay otros a los que no les gusta que les etiqueten. "Los quejicas"
Y ahora, voy a quitarle a este artículo la etiqueta "largo" en el tiempo, para ponerle la de "terminado".

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