06 noviembre 2006

Hacía tiempo que no aparecía por aquí. Hay veces que a uno no le apatece hacer nada de nada. No ya lo que aburre o lo que se detesta pero hay que hacer. A veces no le apetece a uno hacer ni lo que le distrae, gusta o relaja. He descubierto (o mejor dicho, redescubierto) que ésto me relaja. Me pongo a escribir y los dedos se van deslizando por la teclas. A veces van más rápido que mis pensamientos. No me gusta nada estar desganado. Eso de que te de igual que suene el despertador o que no suene. El ir a trabajar o no ir. El hacer bien o no tu trabajo. el que llueva o no. No me gusta. Siempre he sido una persona a la que le ha gustado sentir cosas. Y sentir que se consiguen cosas. Pero cuando, en ocasiones, echas la vista atrás y no ves nada, te desmoralizas. Crees que lo que has hecho o vivido no vale. Que tu vida no tiene sentido. Que estás en el mundo porque no te has muerto. Esas cosas raras y extrañas que, aunque no queramos, rondan nuestra cabeza. Hasta que ves la luz. Y la ves en forma de alguno que, aparentemente no tiene casi valor, pero que te llega adentro. A mí me pasó el martes pasado. El lunes fué mi cumpleaños y el martes lo celebré. Había invitado a varios compañeros y compañeras de trabajo. Algunos contestaron que no podían venir. Otros, ni siquiera eso. Lo esperaba. Siempre ha sido así. Pero hubo alguien no iba a venir en un principio pero, a pesar de volver de viaje, vino. Y me dió una sorpresa. Un detalle que me llegó. Es una chica fantástica. En todos los aspectos. Y ese detalle me ha levantado el ánimo y hacer que vuelva.
Nines, eres un crack. Y la seño no se queda atrás.
Hasta la próxima.
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