23 julio 2014

Respeto.

Puede que ya haya hablado de ello alguna vez pero creo que no está de más recordar algunos aspectos de la condición humana. Además, para mí, éste es de los importantes. Dado que no coincido con muchas de las ideas que suelen expresar o compartir muchos de mis contactos en redes sociales, yo soy un radical de extrema derecha que tiene en su habitación una foto de Franco a lado de la del Papa de turno (aunque el de ahora mola porque tiene buenas ideas y una mente abierta), que rezo el Rosario todos los días y voy a misa todos los domingos antes de tomar el vermuth. Y más cuando digo que fui a un colegio privado. Colegio que tenía unas impresionantes instalaciones ubicadas en los tres bajos de un bloque de pisos de mi barrio y que, como lugar de recreo y actividades deportivas usaba el patio de la comunidad. Se disponía de diez aulas, una secretaria y el despacho del director. Pequeño en tamaño pero grande en modelo educativo. Porque aparte de enseñar a leer, escribir, sumar, restar, geografía, historia (aunque haya gente que me lo rebata) o idiomas, también aprendías que no todo el mundo tenía porque pensar igual pero había que respetar el prójimo. Pero de eso veo que hay poco. Está visto que no está bien visto el pensar diferente. Es cierto que yo lo he hecho a veces aunque rectifiqué mi error cuando me di o me hicieron darme cuenta. No obligo a nadie a que piense como yo pero porque no piense lo mismo que tu, ni quiere decir que esté en tu contra ni que esté equivocado (que puedo estarlo pero eso me lo tienes que demostrar) ni que tu lo estés (que puedes estarlo). La democracia no sólo es votar cada cuatro años a los que pensamos que nos van a hacer la vida mejor sino tener la libertad de expresarte libremente (frase escrita así adrede aunque parezca redundante), de recibir críticas a mis expresiones (porque soy libre de hacerlo o no) y de contestarlas si lo creo necesario. 
Respeto, señores. Es sencillo. 
Premios 20Blogs