24 enero 2007

Sexo y guerra

Por una vez (y sin que sirva de precedente), el planteamiento de Manuel Saco en su columna de ayer, tiene un poco de sentido. Pero solo en parte. No voy a entrar a valorar si es cierta la teoría que expone indicando que tiene relacción la agresividad con la falta de sexo. Tiene mucha razón cuando habla que muchas de las guerras han tenido como origen la religión. También quiero pensar que, cuando habla de curas, se referirá a toda persona, sea de la religión que sea, que imparte servicios religiosos. Si sólo se refiere a los católicos, es un acto claro de discriminación. Pero hay algo en lo que falla. Cuando la época de las guerras de religión, justamente los que podrían influir en las decisiones de guerrear o no, no tenían muchos problemas en lo referente al celibato. Al menos en los cristianos. Casarse no se casban, pero sexo tenían todo el que querían y con todo lo que se moviera (¿no se sabe usted el chiste que dice que cura es todo aquel a quien se le llama padre menos sus hijos que le llaman tío?). Así que, si era un intento de cargar contra la iglesia, no le ha salido muy bien la cosa. Y es que, a la hora de hablar de Historia, hay que consultar libros o ver documentales del Canal Historia si le aburre leer, en vez de hablar de tópicos. Creo que fue Karl Marx el que dijo aquello que la religión es el opio del pueblo. Y todos los marxistas siguen el dicho al pie de la letra. Pero claro, hay que tener en cuenta que muchos países del Este tienen una arraigada cultura religiosa. Y el famoso movimiento teológico de la liberación que surgió en Sudamérica en los años ochenta, no era más que un intento de socializar la iglesia. Y tampoco hay que olvidarse de los famosos juramentos del amigo Chávez. Todos llenos de referencias a Dios y a Cristo.
Hay otro chiste muy bueno acerca de un tío izquierdista reconocido que desde la primera comunión no había vuelto a pisar una iglesia. Un día, este buen hombre, salió de caza. En un momento dado, se vió sorprendido por un enorme oso. El hombre, indefenso ante el grandísimo animal, empezó a implorar a Dios para que le salvara. Dios le contestó que como acudía a él, despues de haber negado tantas veces su existencia. El hombre tuvo una buena salida recordándole que Pedro le negó tres veces. Entonces, Dios le dijo que iba a tener un detalle con él. Entonces, enseñó a rezar al oso para poder bendecir la comida.
Yo soy el primero que no cree en la religión, pero le molesta que los religiosos utilicen a los pobres fieles, muchos de ellos analfabetos y/o supersticiosos, para sus planes. Las promesas de una vida mejor o de una estancia en el paraíso si se muere en guerra santa calan muy hondo. Y ante eso, no se puede luchar fácilmente. Habrá que tener paciencia. Que remedio.
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