09 marzo 2017

A medias.

En Facebook ya comenté hace unas semanas la alegría que me dió ver de nuevo barrenderos de a pie (esos que van con su carro, escobón, pala y uno o dos cubos), a los que me crucé camino del metro. Fueron lunes y miércoles en torno a las 07:55 de la mañana. Que sólo pasearan el carro era lo de menos, casi. La cosa es que sabían donde estaba la zona entre el Alto Extremadura y Campamento. Tres semanas después vi tres montones de basura en el tramo de acera que hay entre la salida al Paseo de Extremadura y la entrada a la parte de atrás de mi calle. Un trozo de unos 50-60 metros. Hasta ayer no había vuelto a cruzarme con uno. Lo bueno que somos los que vivimos y/o pasamos por esa zona, hizo que nadie tuviera a mal desparramar los montones. Es más, para que los perros no hicieran la gracia, los dueños los arrimaban a la pared de las viviendas. En este tiempo, desde que vi al barrendero por primera vez hasta ayer, pensé que todo era una táctica. El primer barrendero detectaba la basura y comunicaba su situación tras la segunda pasada. Seguramente, después pasaría otro para ver si las basuras, amenazada y amedrentada por la aparición de los barrenderos, habían​ decidido cambiar de aires. Pero como el aire no les llegaba, no cambiaron. Por desgracia, eso hizo que se mandara un tercer barrendero para hacer los montones. Eso sí, como dije antes, sólo en un trozo de la calle. Y, por fin, ayer, después de tiempo, alguien llenó su cubo. Al menos parte. Eso sí, sólo los montones porque lo que había en otras zonas, se quedaron allí sólos, desvalidos y desamparados. Pobres papeles.
Pero claro, Carmena dijo que arreglaría el problema de la limpieza en esta legislatura. Durante toda.

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