22 diciembre 2008

El lotero

El azar debería ser considerado juego nacional. Tener un santo patrón y un día de celebración. Hay gente que se deja unas cantidades bárbaras en todo tipo de juegos. Pero mientras unos lo hacen por vicio o enfermedad, otros lo hacen por costumbre. En Navidad, por ejemplo, la gente compra más lotería de lo que hace habitualmente. Compra en el lugar de veraneo, en el bar de la esquina, en el que hay cerca del colegio de los niños, en el trabajo, intercambia papeletas, etc., etc., etc. Todo el mundo acude al reclamo de La Bruja de Oro porque dicen que es la administración que más premio reparte. Supongo que tendrá que ver con el número de números que vendan. Es más fácil que vendas premios con 1000 números que con 50. Algo parecido pasa en Madrid con Doña Manolita. Es un clásico. No se si dará muchos premio o no, pero en la Puerta del Sol, Gran Vía, etc., hay mucha gente que cuelga el cartel indicando que vende lotería de esa buena señora. El dinero llama al dinero. El lotero es algo así como Dios. Nuestro presidente, por ejemplo, puede pasar como Lotero Mayor del Reino. La gente va a pedirle cosas como quien compra un décimo para después encomendarse a los polvos de la Madre Celestina y el Padre Cucharón para que les de suerte. El problema está en qué, como el buen jugador sabe a quién le ha de dar las cartas marcadas para poder realizar su jugada, él marca muchos de los décimos o prepara los sorteos para que siempre sean favorables a sus intereses, ya sea directa o indirectamente. O los vende sabiendo que los números que van a entrar en el bombo no son ninguno de ellos, por lo que no hay posibilidad de que haya otro ganador que él. Es penoso como una persona que quiere ser el paradigma de la igualdad en todo, de la transparencia y del diálogo, tenga en su gabinete a gente que tarda una semana en informar que un túnel se ha hundido, o que junta a según qué presidentes autonómicos para hablar de financiación particular mientras al resto de ellos les dará el pedazo pequeño del pastel. Vende ilusiones. Como el lotero. Y esas ilusiones nos cuentan dinero. Como los décimos. Lo malo es que jugamos para que nos toque. Aunque sea volver a echar. Lo que pasa es que llegará un momento que, a lo que se echará, será al lotero.
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