29 noviembre 2006

Hola. En muchas de las entradas que he publicado, he puesto, al nombrar algúntema diferente al que iba dedicada la entrada, que ya hablaría sobre ello. Y tengo muchas más cosas de las que hablar. Una hora de viaje hasta el trabajo da para pensar mucho. El otro día salieron en diferentes telediarios de varias cadenas dos anuncios sobre la intolerancia. Me da que se está tratando mal el tema. Se mira la intolerancia desde un punto de vista defensivo (la mayoría se siente atacada), que hace que se producza una reacción. No hay mejor defensa que un buen ataque. Sin negar que esa idea sea cierta y tengo su peso, que lo tiene, nadie se ha parado a pensar en como piensa la minoría. Y he llegado a la conclusión que más intolerante que la mayoría, está la minoría. Uno puede dirigir la vista a cosas tan supuestamente inocente como la hora de Bill Cosby. Todo era idílico. Un marido inteligente y desinteresado; una mujer hermosa y trabajadora; unos hijos que, aunque se metían en líos, siempre acababan escuchando a su sabio padre. O El Príncipe del Bel-Air. O Cosas de casa. ¿Alguien recuerda que hubiera algún blanco con un papel secundario importante? A todos los que salen les falta un hevor. O dos, incluso. Will Smith hacía un comentario en uno de los episodios que ocurren en Halloween diciendo que era la única fecha en la que un negro podía ir por un barrio de blancos disfrazado sin que le persiguiera la policía. En la versión moderna del clásico Adivina quien viene a cenar, donde se invertían los papeles, el novio blanco va a cenar a casa de su novia negra. El padre le toma por el taxista y alguien la pregunta a ella si ya no quedan chicos de color decentes. Ves a los extranjeros que se relaccionan sólo entre ellos. Mantienen sus costumbres (eso está bien ya que las costumbres son las que identifican a un pueblo) pero no intentan ver si encajan en las nuestras. Todo lo hacen con miedo o con esa mirada de perdonarte la vida. Cualquier cosa que les digas y que ellos crean que les están llamando la atención (que igual es así), lleva consigo un reproche y la palabra racista después. Las minorías se atrincheran. A veces sin motivo. A veces, con él. Y en una trinchera no hay que dejar entrar a nadie que no sea de los tuyos. Dejadez. Desconocimiento. Miedo. Una mezcla mortal. A veces.
Hasta otra.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues va a ser que esto tiene que ver con el jalapagüino Ferreira, al que no se le podía decir nada.

Un beso.

Kikogol dijo...

Pues la verdad es que no pensaba en él. Al menos directamente. Pero claro, con ese tamañao, era un minoría el sólo. Todo el mundo contra él.

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